Hablar de la Virgen de la Guadalupe, es hablar de todo México. La Guadalupe, “La Lupita”, está dondequiera: en lo comercial, por no enumerar el inmenso universo en lo cual se usa su imagen, en lo espiritual, con las notas sociales que gigantescamente abren brechas en toda la actividad política mexicana, en lo sincrético, porque la Guadalupe nació de varias vertientes.
En esta, una de las pinturas triplicas de la mujer mexicana, la Frida se convierte en un tótem que soporta toda la moral que conlleva este propósito iconográfico. Ella emerge en la pintura como una idílica señal de un “San Sebastián” femenino que no solo soporta flechas sino que es herida y atravesada por un concéntrico falo edificador, cual edificó parámetro donde va cimbrada o sentada la mujer mexicana.